27 de julio de 2009

Por favooor leer, esto es GENIAL

Ahora, al fin, tengo que saber tu nombre.
Me miró, silenciosa, un rato.
-Tal vez puedas adivinarlo. Me sería muy agradable que lo adivinaras. Fíjate un momento y mírame bien. ¿No has observado
todavía que yo alguna vez tengo cara de muchacho? ¿Por ejemplo, ahora?
Sí, al mirar en este momento fijamente su rostro, tuve que darle la razón; era una cara de muchacho. Y al tomarme un minuto de tiempo,
empezó la cara a hablarme y a recordar mi propia infancia y a mi compañero de entonces, que se llamaba Armando. Por un momento me
pareció ella completamente transformada en aquel Armando.
-Si fueses un muchacho -le dije con asombro- tendrías que llamarte Armando.
-Quién sabe, quizá lo sea; sólo que esté disfrazado -dijo ella juguetona.
-¿Te llamas Armanda?
Asintió radiante, porque yo lo hubiera adivinado.
Entretanto, le pregunté:
-¿Cómo te las has arreglado para parecer de pronto un muchacho y que yo pudiera adivinar tu nombre?
-¡Oh, todo eso lo has hecho tú mismo! ¿No comprendes, señor erudito, que yo te gusto y represento algo para ti, porque en mi
interior hay algo que responde a tu ser y te comprende? En realidad todos los hombres debían ser espejos así los unos para
los otros y responder y corresponderse mutuamente de esta manera, pero los pájaros como tú son todos personas extrañas y
caen con facilidad en un encantamiento que les impide ver y leer nada en los ojos de los demás, y ya no les importa nada de nada.
Y si uno de estos pájaros vuelve a encontrar así de pronto una cara que lo mira verdaderamente y en la que nota algo como
respuesta y afinidad, ¡ah!, entonces experimenta naturalmente un placer.

No hay comentarios.: